¿ESQUIZOFRENIA MOYANISTA?
No se puede condenar la ambición política de quienes ocupan lugares expectantes de liderazgo en las distintas organizaciones que componen una sociedad.
Lo que es razonable analizar, son lo métodos, los tiempos, la estrategia, los aliados elegidos.
¿Alguien puede cuestionar, honestamente, a este proyecto nacional y popular que hoy conduce Cristina Fernández, y que iniciara Néstor Kirchner en Mayo de 2003, argumentando que atenta contra los intereses de los trabajadores y de los más humildes, de los postergados de siempre?
Resalto el concepto “honestamente” porque desde la chicana, las falacias, las tergiversaciones y mentiras del Cártel que hegemoniza el discurso que se opone a la ampliación de derechos y defensa del interés de las mayorías, es una gimnasia cotidiana atacar al gobierno en general y a la Presidenta en particular.
Es casi obvio mencionar que el proyecto iniciado allá en el 2003, vino a conmocionar el estado de pasividad cómplice con el sistema de poder, que condicionó a los gobiernos elegidos, desde que recuperamos la democracia.
Para sintetizar la idea, este proyecto nacional y popular vino a cambiar las reglas de juego. Tal y como ha hecho el gobierno de Juan Domingo Perón, a mediados del siglo XX.
Es que el peronismo nació para cambiar la historia. La historia de sometimiento y explotación de los trabajadores y de los sectores menos favorecidos y marginados de la sociedad.
Esto, precisamente, es lo que no le perdonan los defensores del sistema explotador y, vaya paradoja, cierta izquierda “extraviada” entre las páginas de los textos de la “revolución perfecta” que ellos harán “para los trabajadores”. (No me quiero ir del tema. Lo de esa izquierda será tema de otra nota)
El peronismo, otra vez, de la mano primero de Néstor Kirchner y ahora bajo la conducción de Cristina Fernández, vino a cambiar la geografía política, social y cultural de la Nación.
Hoy, la realidad y las relaciones entre los distintos sectores de la sociedad no es la misma que antes. No es la misma que en el 2001. Tampoco es la misma que en los 80, los 90, o los 70.
¿Acaso es lo mismo enfrentar gobiernos genocidas cívicos militares, gobiernos que hacen lo que dictan las corporaciones, o gobiernos que entregan la riqueza, el patrimonio nacional y la dignidad de los argentinos, que oponerse a un gobierno ratificado hace poco menos de tres meses con el 54,11% de los votos y que hoy cuenta con una aceptación cercana al 80%?
¿Es válido usar los mismos métodos utilizados contra gobiernos que recortaron beneficios y derechos de la clase trabajadora, contra un gobierno que ha creado 5 millones de puestos de trabajo, ha recuperado las paritarias, y protegido las fuentes de trabajo y el empleo en la severa crisis del 2008/2009?
Creo, que para revalidar los títulos ganados por haberse enfrentado a las políticas neoliberales, los compañeros de la CGT, deben revisar sus métodos, sus tiempos, su estrategia y sus aliados.
(Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo)
Albert Einstein (1879-1955)
Ahora me pregunto ¿si un proyecto nacido al calor de reclamos urgentes, de la mano del desprestigio de ciertos (muchos) políticos, que por congraciarse con las corporaciones, desoyeron las demandas populares, es conducido por dirigentes que escucharon las demandas e implementan políticas para revertir las injusticias, es válido cobijarse en las corporaciones y sus personeros, escribas y comunicadores que llevaron a aquel desprestigio, sólo porque quiero seguir en el lugar de liderazgo que creo merecer?
Si soy tan representativo y con tanta capacidad de movilización ¿no sería mejor esperar el recuento de esos votos que creo que son míos?
Porque si para conseguir esos votos que me mantengan en el puesto, tengo que “negociar” con quienes fueron traidores en los 90 ¿dónde quedo parado?
Acaso sea tan corto de vista que sólo veo el 2015, y si es así ¿mis aliados serán Barrionuevo, Venegas, Duhalde?
Entonces ¿dónde quedaron las convicciones de la lucha de los 90? ¿de qué valió esa lucha si ahora decido aliarme con los que traicionaron a los trabajadores?
¿Serán esos dirigentes lo que llenarán “la cáscara vacía” del PJ?
Tal vez, por privilegiar sólo a un sector de los trabajadores, estén perdiendo de vista a la inmensa mayoría del pueblo que hoy, con casi el 80% de aceptación, apoyan el rumbo del gobierno nacional y popular, y a Cristina Fernández de Kirchner.
Creo, que es momento de reflexionar, y aplicar sintonía fina.
Daniel Mojica
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