ENVIDIA. CINISMO. FALACIA Y PALABRERIA
Hay escribas cuyas palabras son como serpientes que se deslizan por el papel disimulando su recorrido. Esperando el momento oportuno. El descuido del lector para inocular el veneno.
Al leer ciertos conceptos es como si se oyera el siseo adormecedor, hipnotizante que distrae con una idea, para hincar los colmillos de la verdadera intención.
La estrategia de la serpiente es una especie de seducción, que termina inmovilizando a la víctima, para lograr su cometido. El objetivo del rastrero reptil es matar a su presa y devorarla. Algunas especies, la engullen aún viva. El fin del escriba de marras, pareciera ser merodear conciencias para devorar la esperanza, abismar la alegría. Triturar la confianza.
Sus palabras son dardos envenenados, disfrazadas de sintonía con el que lee.
Esta vez se agazapó detrás de la palabra “imprescindibles” y pretendió endilgarle esa cualidad, afirmándola desde la negación, al ex presidente Néstor Kirchner. Dejando flotar entre el follaje de esa selva semántica construida pacientemente, la idea de que, el personaje que lo obsesiona hasta el cenit del ridículo, se veía a sí mismo como “imprescindible”.
No contento con la construcción de semejante espejismo, le transfiere esa impostura insostenible (la de creerlo “imprescindible) a la militancia y la juventud que recoge su ejemplo y sus banderas.
Semejante falacia queda al descubierto sólo con recorrer su acción de gobierno. Basta contrastar su discurso y sus hechos.
Si la militancia y la juventud lo hubieran creído “imprescindible” no se hubieran movilizado y expresado de la manera contundente que lo han hecho y lo hacen. Se hubiesen resignado a la “irreparable” pérdida del “imprescindible” y hubieran abandonado las calles, la lucha y la participación.
Tal vez esa comprobación es la que desacomoda a ciertos escribas. La que los incomoda y los hace elaborar peregrinas teorías que ni siquiera sirven para aplacar sus fantasmas. Esas voces que desde el fondo de sus oscuras almas les interroga ¿qué les pasó?
A Ernesto TN.
Daniel Mojica
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