EL CABALLERO Y LA DAMA DESTEMPLADA
Resulta lastimoso ver las actitudes de ciertos personajes públicos que en algún momento parecieron estar del lado de la memoria, la verdad y la justicia.
Quizás sean variadas las razones que hacen que una periodista que supo ganarse cierto prestigio y credibilidad por su permanencia en los medios, haya elegido la cerrada y obstinada defensa del Cártel que se quedó con Papel Prensa en la mesa de torturas de sus legítimos dueños.
No es cuestionable de qué lado elige estar cada quien en este crucial momento de la historia nacional. Lo que sí es criticable es la carencia de argumentos que ostentan para ocultar que defienden a quienes han sido socios y cómplices de la dictadura genocida, cívica, militar y mediática. Genocidas que hicieron desaparecer a 30 mil compañeros de militancia, que se robaron a los hijos de las compañeras que luego asesinaron salvajemente, que tenían por sistema violar a las mujeres secuestradas.
A esta altura de la historia, nadie que defienda al Cártel Clarín, puede alegar desconocer estas verdades históricas. Para confirmar las mismas, no hace falta más que recurrir a los archivos.
Quiero hacer referencia al triste papel que la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú asumió, al pretender que creamos que el periodista Víctor Hugo Morales, es un títere (como el entrevistado de turno en ese programa) al que le hacen decir lo que otros (en este caso “el” gobierno) quieren.
Parece que la periodista, siendo colega, ignora la trayectoria impecable de Víctor Hugo, y su casi solitaria batalla en contra de “los dueños del fútbol” que luego se transformaron en los “dueños de la agenda política” hasta el punto de extorsionar presidentes y hasta hacerlos caer con sus sucias operaciones mediáticas.
Le recomiendo que lea el libro escrito por su colega hace unos cuantos años: “Una voz en el desierto”.
Hoy (en realidad en ese programa de Radio Continental) Magdalena es cómplice y artífice necesario de una operación de “linchamiento mediático” del prestigioso y querido periodista.
Quiero destacar la hombría de bien y la caballerosidad con que Vítor Hugo respondió a las burdas acusaciones que lindaban con el insulto personal.
Allí quedó en evidencia con total claridad, la actitud de un periodista que defiende sus convicciones, la de una periodista que no tiene argumentos, y por lo tanto flaquea de convicciones, y un candidato que demostró hasta qué punto es un pelele.
Daniel Mojica
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